Kaldi y sus cabras locas. |
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De seguro te levantas a primera hora de la mañana, te diriges a la cocina y colocas de 7 a 21 gramos de café en la cafetera para así obtener tu primera dosis de cafeína matutina, pero te has preguntado alguna vez ¿cómo llegó el café a nuestras vidas?
No existen datos concretos que demuestren a ciencia cierta la verdadera procedencia del café pero su historia, tal y como la describe una antigua leyenda, se remonta al siglo XI en las zonas más fértiles d’Abisínia, actual Etiopía, donde también se sitúa el origen del árbol del café. Dice la leyenda, narrada y en ocasiones transfigurada, pero preservando siempre su esencia, que el descubridor fue un pastor de cabras llamado Kaldi.
El pastor, sorprendido por la actitud fuertemente estimulada de sus cabras cuando pasturaban por las colinas, acabó por descubrir que la causa de la agitación de su ganado se debía al consumo de unos pequeños frutos rojizos de unos arbustos cercanos. Intrigado, los probó también él.
Con las energías renovadas y con los efectos del sueño totalmente disipados, Kaldi recolectó unos cuantos frutos y los llevó a un monasterio cercano, donde los monjes, movidos por la curiosidad y la intriga, prepararon una infusión. Ante la atenta mirada de Kaldi, los monjes degustaron el brebaje y con una mueca de asco se detuvieron. El sabor era desagradable y sin gracia alguna, hasta tal punto que, con desprecio, lanzaron los frutos que sobraron de los que había traído Kaldi a la hoguera.
Pero la casualidad hizo que uno de los monjes se mantuviera atento y se percatara del agradable olor que desprendían los granos de aquellos frutos mientras se tostaban. Y con gesto, recuperó los granos tostados para hacer de nuevo una infusión que, esta vez sí, tendría un sabor intenso, amargo y delicioso, superando al de cualquier otra bebida conocida.
Cerezos de café, |
La expansión del café fuera de los países árabes y de Turquía comenzó en el siglo XVII y sus impulsores fueron los mercaderes venecianos, reconocidos viajeros y comerciantes expertos en el comercio de "allende los mares".
El uso
del café se extendió desde Etiopía al Cercano Oriente, cuando se originaron las
primeras plantaciones de café en Yemen. Más tarde, el cultivo se extendió hasta
Arabia y Egipto, donde beber café (o "Kahweh") pronto se convirtió en
un hábito diario.
Pero fue a principios del siglo XVII cuando el café se hizo popular en Europa, y su popularidad creció muy rápidamente. A comienzos de 1600 surgieron casas de café por todas partes, especialmente en Italia, Francia, Gran Bretaña, Los Países Bajos y Alemania.
Pero fue a principios del siglo XVII cuando el café se hizo popular en Europa, y su popularidad creció muy rápidamente. A comienzos de 1600 surgieron casas de café por todas partes, especialmente en Italia, Francia, Gran Bretaña, Los Países Bajos y Alemania.
Anteriormente
(en 1570), un médico veneciano, Prospero Alpini, había introducido el café en
Europa. Venecia fue la primera ciudad italiana en apreciarlo y en contar con
lugares públicos en los que degustar la bebida. Pronto las casas de café se
hicieron muy populares, y la más Antigua, el Cafè Florian, ha estado ofreciendo
esta preciada bebida hasta la actualidad bajos los porches de la Plaza de San
Marcos. En Italia, entre los aristócratas el café se convirtió rápidamente en
un preciado regalo que se ofrecía como símbolo de amistad o de amor. La cultura
del café se extendió por toda la península italiana, y así otras ciudades
tuvieron también sus casas de café, entre las que se encuentran el Caffè Greco
de Roma, el Caffè Pedrocchi de Padua, o el Caffè San Carlo en Turín. Gente
famosa y hombres letrados solían pasar su tiempo allí, lo que confería a
aquellos lugares mayor fama y atractivo.
El primer
electrodoméstico para preparar café en casa se inventó en 1691 en Nápoles: la
famosa caffettiera napoletana. La gente utilizaba aquella “herramienta”
metálica, agua clara y de 4 a 5 gramos de café bien molido para preparar tres o
cuatro tazas de café a la vez, y disfrutaban de esta bebida en casa: pronto
tomar una aromática taza de café después de la comida se convirtió en un ritual
en Italia.
Por ende,
el café quedó liberado de la reputación que tenía de “bebida aristocrática” y
su difusión se extendió por todas las clases sociales. Paso de ser un momento
exclusivo a ser un hábito diario en el que uno se entregaba por completo a los
placeres de este delicioso elixir.
Que no te sorprenda que en la vida cotidiana, camino a la
oficina, en el trabajo o durante nuestro tiempo libre, siempre encontramos un
tiempito para sumergirnos en este pequeño gran placer. Entonces, ¿vamos por un
café?
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